Impostor

Cuando el violín cayó al suelo, la tabla armónica se partió en pedazos, el diapasón se desprendió del afinador, las cuerdas se trozaron; y de aquellos despojos de madera de arce emergieron entonces, como almas en pena despavoridas, notas en secuencias presurosas que gritaban en Do, y aumentaban a La, subiendo hasta el techo alto y dando vueltas sobre su asesino inepto. Quien se había hecho fama a costa de ellos, tocando aquel violín donde guardaba talentos preciosos, sometidos a interpretar por él, canciones que nadie nunca escuchó, o al menos no como ellos hubieran querido.

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