Las escondidas
Alguien estaba dentro de
mi cabaña; apenas entré, la chimenea chisporroteaba frente a una silla, y la
televisión prendida se burlaba de mí, que exasperado busqué en todas partes sin
tener éxito. Hasta que al llegar la noche, estando a punto de dormir, una
respiración ahogada se escuchó del viejo armario que había olvidado revisar. Si
no quede entonces muerto del miedo en medio de la oscuridad, fue un milagro.
Ciertamente al día siguiente cambie de cuarto, y ya nunca vuelvo antes del
trabajo. De cualquier manera, un viejo como yo, no debería vivir solo.